Los errores de packaging más comunes (y graciosos) que deberías evitar
- Marta Aguilar
- hace 1 día
- 6 Min. de lectura
Cuando piensas en packaging, seguramente se te viene a la cabeza esa sensación de abrir una caja bien diseñada: materiales que se sienten bien al tacto, un diseño bonito, funcionalidad cuidada y ese detalle que hace que el cliente piense: “¡guau, qué buena elección!”. Porque sí, el packaging ideal no solo protege el producto, también transmite valores, crea expectativa y deja una impresión duradera.
Pero claro… a veces la realidad se aleja mucho de esa imagen perfecta.
Y lo que debería ser un momento emocionante, casi como abrir un regalo, termina convirtiéndose en una experiencia frustrante. Cajas gigantes con productos diminutos, plásticos innecesarios, etiquetas mal puestas o envoltorios imposibles de abrir sin tijeras y paciencia de monje tibetano. ¿Te suena?
Lo peor es que estos errores de packaging, además de provocar risas (o enfados) en redes sociales, pueden afectar seriamente la percepción de tu marca. Aunque de esto hablamos hace unos meses en este blog, hoy vamos a centrarnos en otra cara del asunto: errores que, además de ser un fallo de diseño, te sacan una carcajada involuntaria.
Desde el clásico “esto no cabe ni en el cubo de reciclaje” hasta mensajes de sostenibilidad que contradicen por completo el exceso de plástico del paquete, estos fallos siguen ocurriendo más de lo que pensamos. Y sí, algunos pueden parecer anecdóticos, pero todos comunican algo… aunque no siempre lo que tu marca querría.
Porque al final, el packaging es mucho más que una caja bonita. Es una herramienta de comunicación, una parte clave de la experiencia del cliente… y también una oportunidad de oro para diferenciarte en un mercado donde cada pequeño detalle cuenta.

1. El packaging desproporcionado: cuando la caja tiene más ego que el producto
¿Alguna vez pediste una caja de bolígrafos y te llegó dentro de un paquete casi tan grande como tu microondas? Y dentro, flotando como una broma, la diminuta cajita con los bolis. Tranquilo, no eres el único. De hecho, hay comunidades enteras en internet que se dedican a recopilar estos despropósitos del packaging: cajas gigantes para productos minúsculos, donde el aire pesa más que el contenido.
Más allá de lo cómico, y de lo viral que puede volverse una de estas situaciones en redes sociales, este tipo de packaging desproporcionado tiene consecuencias reales. Para empezar, incrementa innecesariamente los costes de envío y la huella de carbono. Pero, sobre todo, lanza un mensaje silencioso que puede dañar tu reputación: le estás diciendo al cliente que la sostenibilidad no es una prioridad para tu marca.
Y hoy, en un mercado donde la conciencia medioambiental es cada vez más importante, ese tipo de detalles no pasan desapercibidos.
Un packaging eficiente y bien pensado debe funcionar como un guante: ajustado al producto, cómodo de manipular y sin excesos. Porque seamos honestos: ¿quieres que te recuerden por la calidad de tu producto o por la caja absurda que acabó ocupando medio salón hasta que decidieron reciclarla (con culpa)?
2. Protección exagerada: la burbuja infinita
Sabemos que nadie quiere que su producto llegue dañado. De hecho, uno de los mayores miedos de cualquier comprador online es abrir su paquete y encontrar el contenido roto, doblado o peor. Pero de ahí a envolver un simple bolígrafo en tres capas de plástico de burbujas, dentro de una caja, que va dentro de otra caja... es como retar al cliente a una yincana de frustración.
¿Realmente hace falta tanta protección para productos pequeños y resistentes? Muchas veces, el exceso en el embalaje no sólo complica la experiencia de abrir el paquete, sino que también genera frustración en el cliente desde el primer momento. Cuando la apertura se convierte en una tarea difícil, el mensaje que envía tu marca no es el adecuado.
El packaging debe ofrecer una protección adecuada, ni demasiado poca que comprometa el producto, ni tanta que se vuelva incómodo o innecesario. Optar por materiales sostenibles y soluciones inteligentes no solo refleja responsabilidad ambiental, sino que también mejora la imagen de tu marca ante clientes cada vez más exigentes. Recuerda: un packaging eficiente protege, facilita y comunica.
En definitiva, un buen packaging es aquel que combina protección y sentido común.
3. Cinta adhesiva: una guerra que nadie quiere pelear
No hay nada más frustrante que recibir un paquete y sentir que para abrirlo tienes que enfrentarte a una fortaleza medieval. Capas y más capas de cinta adhesiva, grapas por todos lados… A veces parece que quien lo preparó estaba esperando un apocalipsis zombie y quiso blindar el paquete para sobrevivir a cualquier catástrofe.
Ese exceso de cinta puede parecer buena idea para proteger el contenido, pero en realidad termina por ser un enemigo silencioso de la experiencia del cliente. Porque imagina a esa persona ilusionada, que ha esperado ansiosa su pedido, y que en cuanto empieza a abrirlo ya siente frustración y molestia. Esa sensación de “¡madre mía, cuánto esfuerzo para solo abrir esto!” puede arruinar por completo la primera impresión.
Y esa primera impresión es crucial. Es justo en ese momento cuando el cliente empieza a crear una conexión con tu marca, y si el proceso se vuelve complicado o molesto, esa conexión puede romperse antes de empezar. Todo el trabajo de diseño, branding y calidad que pusiste en tu producto puede perderse si el cliente termina odiando la experiencia de abrir el paquete.
Por eso, un buen packaging no solo debe proteger el contenido, sino también facilitar la apertura. Debe invitar a descubrir el producto con ganas, no poner trabas. Abrirlo debería ser tan sencillo y natural como desatar un lazo bonito, como abrir un regalo especial, no como enfrentarse a una caja fuerte que requiere herramientas y paciencia.
Así que la próxima vez que diseñes tu packaging, recuerda: menos es más. Protege, sí, pero también simplifica. Que la apertura sea una sonrisa, no un suspiro de resignación. Porque un packaging bien pensado es la antesala perfecta para enamorar a tus clientes.

4. Etiquetas mal puestas o productos al revés: pequeños errores, gran impacto
En el mundo del packaging, los pequeños detalles dicen mucho más de lo que imaginas. Una etiqueta un poco torcida, un envase mal cerrado o un producto colocado al revés pueden parecer cosas sin importancia, pero en realidad son señales claras de descuido. Y esos detalles, aunque sean sutiles, influyen directamente en cómo tus clientes ven tu marca. A veces, pueden ser la diferencia entre cerrar una venta o perderla.
Imagínate la experiencia de recibir un producto que se ve impecable: una botella de perfume con la etiqueta perfectamente alineada, o una caja de galletas bien cerrada y presentada con cariño. Esa sensación de calidad y cuidado genera confianza y crea un vínculo positivo con quien compra. Ahora piensa en lo contrario: una etiqueta torcida o un packaging que no está bien cerrado pueden hacer que el consumidor dude de la calidad del producto o del compromiso de la marca.
El packaging no solo protege lo que hay adentro, también es una forma poderosa de comunicar. Es la primera impresión que recibe el cliente, mucho antes de probar o usar el producto. Y ya sabemos que esa primera impresión vale muchísimo. Cuidar cada detalle en el embalaje muestra profesionalismo, dedicación y respeto hacia quien elige tu marca.
Si quieres que tu marca sea percibida como profesional y confiable, no subestimes la importancia de esos pequeños grandes detalles. En el packaging, la calidad se ve en la presentación, y una presentación cuidada siempre suma puntos.

El packaging es más que protección: es comunicación
No es exagerado decir que tu packaging es tu carta de presentación. Antes de que el cliente vea tu producto, ve tu packaging. ¿Qué quieres que piense en ese primer segundo?
Un packaging bien diseñado transmite cuidado, responsabilidad, calidad. Un packaging desproporcionado, incómodo o chapucero, en cambio, puede sembrar dudas en la mente de tu cliente... y hoy en día, una mala primera impresión no tarda ni dos minutos en hacerse viral.
Claro, todos podemos cometer errores. Pero cuando los mismos problemas se repiten una y otra vez (cajas descomunales, cinta adhesiva interminable, etiquetas desalineadas…) el cliente no piensa "pobrecito", piensa "qué marca tan poco profesional".
La buena noticia es que todos estos problemas tienen solución. Y no necesitas reinventar la rueda: solo hace falta un diseño pensado, materiales adecuados, y revisar cada detalle antes de que el producto salga de tus manos.
En Booster Packaging, esto no ocurre.
Contamos con un equipo de profesionales con una dilatada experiencia en este sector que asesoran de manera excepcional, ayudándote a encontrar soluciones de embalaje eficientes, atractivas y alineadas con tu identidad de marca. Porque un buen packaging no solo protege: vende, enamora y fideliza.
¿Listo para que tu packaging hable bien de ti?
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